VITAMINA D, LA HORMONA DISFRAZADA DE VITAMINA

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La importancia de la vitamina D en el organismo va más allá de lo que pensamos. Llegar a los niveles diarios y en sangre recomendados, nos ayudará a evitar varios problemas de salud.

Introducción

En este artículo vamos a tratar la que, probablemente, podemos considerar la vitamina más importante de todas. Digo esto porque, aunque se la llama vitamina, este compuesto se comporta más como una hormona, con todo lo que eso conlleva. Esta será la parte inicial e introductoria a un próximo artículo donde hablaré sobre la relación entre el déficit de esta vitamina y ciertas patologías.

De todas sus acciones la más conocida y estudiada es la relacionada con la salud ósea. Niveles adecuados de esta vitamina mantienen el metabolismo calcio-fósforo dentro de la normalidad.

Sabemos que la fuente natural de vitamina D es la síntesis cutánea inducida por la radiación solar, seguido en muy menor medida de fuentes alimentarias, siendo el aceite de pescado el de mayor cantidad. Los alimentos no modificados donde no hay una adicción sintética de esta vitamina, suponen un aporte insuficiente y la población se ve condicionada a la exposición solar, algo que en algunas latitudes y en algunos contextos de la sociedad moderna, se vuelve difícil e insuficiente.

En la actualidad, en muchos países la industria alimentaria enriquece alimentos como la leche o los cereales con esta vitamina. No obstante, se estima que más del 50% de la población está en riesgo de padecer deficiencia de vitamina D.

Podemos decir también que es una hormona muy antigua puesto que se ha encontrado fitoplancton del océano Atlántico, presente desde hace más de 750 millones de años, con la capacidad de producir vitamina D mediante la exposición a la luz solar.

¿Cómo se crea esta vitamina en el cuerpo?

La encontramos de dos formas en la naturaleza, como vitamina D2 (ergocalciferol) y como vitamina D3 (colecalciferol). En el ser humano la mayoría proviene de la transformación cutánea del 7-dehidrocolesterol en colecalciferol (paso 1, figura 1) gracias a la luz solar (luz ultravioleta de una longitud de onda entre 290 y 315nm). A medida que la vitamina D3 se sintetiza, se libera al espacio extracelular y penetra en el sistema cardiovascular a través de la dermis, donde una proteína la transporta al hígado.

Una vez pasamos del 7-hihidrocolesterol a vitamina D inerte, necesita de dos hidroxilaciones para ser biológicamente activa. La primera se lleva a cabo en el hígado donde se da a lugar a la 25(OH) vitamina D (paso 2, figura 1), principal forma circulante y cuyos niveles sanguíneos son los utilizados para valorar el estado de déficit, normalidad o intoxicación.

La segunda hidroxilación se produce principal y fundamentalmente en el riñón, donde se convierte en la forma biológicamente activa, la 1,25(OH)2 vitamina D (paso 3, figura 1). Podemos ver el proceso completo en la siguiente imagen:

Figura 1. Esquema con los diferentes pasos en la síntesis y metabolización de la vitamina D (Pliego & Solán, 2014).

Algunas de las funciones de la vitamina D

Posee varias funciones, entre ellas podemos ver la más conocida, aumentar la absorción intestinal y la reabsorción renal de calcio y fósforo. Pero su efecto no se queda solo en ese punto sobre el sistema óseo, puesto que estimula directamente la diferenciación de osteoblastos y la producción de proteínas de unión al calcio óseo. Resumiendo, actúa como una verdadera hormona manteniendo la homeostasis del calcio para que desempeñe sus funciones de cara a mantener una buena calidad de los huesos y reducir una pérdida de masa ósea.

Figura 2. Síntesis y metabolismo de la vitamina D en la regulación del metabolismo del calcio, el fósforo y el hueso. (Arenal, Cortés, Fustero, & Cortés, 2019)

Cambiando a las no relacionadas con el sistema óseo, tenemos funciones auto-paracrinas como el desarrollo neurológico, la inmunomodulación natural, la diferenciación del sistema inmune, regulación del crecimiento celular, etc. También desempeña un papel importante en distintos tejidos debido a que participa en una gran multitud de funciones fisiológicas.

Por tanto, sabiendo todo esto podemos suponer que un déficit de vitamina D puede estar relacionado con una gran multitud de patologías, tanto agudas como crónicas. Algunos ejemplos podrían ser su relación en alteraciones óseas y del metabolismo del calcio, algunos tipos de cáncer, diabetes, enfermedad cardiovascular, obesidad, enfermedades inmunitarias como la esclerosis múltiple, enfermedad inflamatoria intestinal, etc.

Su déficit habitualmente se relaciona con el raquitismo en niños (ablandamiento y debilitamiento de los huesos) pero, como veremos en el siguiente artículo, incluso podemos encontrar mucha evidencia que relaciona su déficit con el agravamiento de salud en pacientes con COVID-19.

En la siguiente tabla de podemos ver muchas de sus funciones:

Tabla 1. Funciones de la vitamina D en el organismo (Valero Zanuy & Hawkins Carranza, 2007).

Métodos de análisis de la vitamina D, y valores de referencia

El método más común es la medición de concentración plasmática de 25 (OH) D. Sus valores se corresponden a una deficiencia si es menor a 20 y una insuficiencia si es entre 20 y 30ng/ml:

Tabla 2. Valores de referencia de vitamina D en suero (Pliego & Solán, 2014).

Estos niveles son objeto de debate aún a día de hoy. El IOM (instituto de medicina de los EEUU) establece la RDA en base a lograr un nivel de 50nmol/l (20ng/ml), lo que da una RDA de 600 UI para población de 1 a 70 años, subiendo a 800 UI para los mayores de 70 años.

En cambio, la Sociedad de Endocrinología, entre otros organismos como la IOF (International Osteoporosis Fundation) recomiendan niveles superiores a 30ng/ml para lo que la RDA aumentaría a 900-1200 UI diarias como mínimo. En concreto, la sociedad de endocrinología recomienda 1500-2000 UI diarias.

Como veremos más adelante, existe incluso algún estudio que critica errores estadísticos en los cálculos de la IOM, pero hoy en día se siguen considerando válidos y la RDA se mantiene en base a su recomendación.

En cualquier caso, y para zanjar este tema, es importante saber interpretar que la IOM hace recomendaciones a la población sana en general mientras que las sociedades médicas tienden a hacer recomendaciones más enfocadas a pacientes y a casos especiales, lo que explicaría la recomendación de la sociedad de endocrinología.

De hecho, los dos organismos confluyen en recomendaciones como la de que la suplementación podría alcanzar las 2000 UI/día en determinados pacientes (obesos, osteoporóticos, con exposición solar muy limitada, con problemas de absorción, etc.) (Pliego & Solán, 2014).

Si hablamos del margen de toxicidad, se asume en general a valores superiores a 150ng/ml, aunque no hay motivo alguno para querer buscar niveles tan altos y salvo casos concretos, difícilmente se llegará por una simple exposición solar y menos por la dieta.

Dosis excesivas no aportan más beneficios, el riesgo de hipervitaminosis D puede llevar a una hipercalcemia y a otros problemas asociados. No obstante, como comentaba, el margen de seguridad es elevado, harían falta dosis mucho más altas de 4000 UI/día (rondando las 10000 UI/día) mantenidas en el tiempo durante muchos días para llegar a esa intoxicación detectando hipercalcemia e hiperfosfatemia.

Sin embargo, se han visto estudios donde la relación entre niveles de 25 (OH)vit D y mortalidad no es lineal, de modo que al igual que a niveles bajos hay mayor mortalidad, a niveles altos no tóxicos también.

Melamed y colaboradores (Melamed, Michos, Post, & Astor, 2008), comprobaron un incremento del riesgo de causas de mortalidad en mujeres con niveles inferiores a 20ng/ml pero también en niveles superiores a 50ng/ml. Por eso parece evidenciarse un fenómeno en curva de U donde los extremos potencian el riesgo de mortalidad, podemos observarlo en la gráfica:

Gráfica 1. Mortalidad por todas las causas y niveles séricos de vitamina D (Melamed, Michos, Post, & Astor, 2008).

Lo mismo observamos en este estudio de 2010 de Michaëlsson y colaboradores (Michaëlsson et al., 2010), donde se observó un 50% de mayor mortalidad en 1194 varones de edad media de 71 años con niveles medios de 18.5ng/ml pero también en niveles más altos de 39ng/ml. Podemos verlo en la siguiente gráfica:

Gráfica 2. Mortalidad vs cantidad de 25(OH)D en forma de U (Michaëlsson et al., 2010).

En ese mismo estudio, se compara la mortalidad relacionada con cáncer (gráfica 3 B) y mortalidad cardiovascular (gráfica 3 C):

Gráfico 3. Mortalidad y niveles de vitamina D en cáncer (B) y enfermedad cardiovascular (C) (Michaëlsson et al., 2010).

Esto nos puede indicar que la mortalidad a dosis altas favorece la aparición de ciertas enfermedades, en este caso una mayor frecuencia de cáncer que, de problemas cardiovasculares. Aunque lo que queda claro en todos los estudios, es que a mayores dosis no aparecen mayores beneficios.

Por todo ello, podemos considerar que un rango no muy superior a 30ng/ml es más que suficiente.

Prevalencia del déficit de vitamina D

Probablemente muchos de los lectores de este blog, llegados a este punto pensarán “yo tomo lo suficiente el sol, nunca he notado ningún problema relacionado con esta vitamina”. Esto puede ser cierto o puede que no, los efectos ante déficits moderados pueden ser lentos, podemos vivir varios meses con cierta escasez de esta vitamina sin sufrir sus consecuencias.

Además, no solo depende de la “vida en exterior” que hagamos, también importa la latitud donde se vive, factores genéticos como el tipo de piel, horario y frecuencia de esa exposición solar… Con un poco de sentido común ya podemos entender que, si vives en zonas frías, por mucho que salgas al sol irás con ropa encima y por lo tanto la superficie de piel en contacto con la luz solar será escasa.

No obstante, eso tampoco quiere decir que viviendo en zonas cálidas puedas despreocuparte, ya que el estilo de vida también influye mucho. Por ejemplo, en un estudio de 2011 (González-Padilla et al., 2011) se observó como en Gran Canaria (Islas Canarias) había una elevada prevalencia de hipovitaminosis D entre estudiantes de medicina, algo que puede sorprender debido a que sus conocimientos en materia de salud son superiores a la población media. De 103 estudiantes, solo el 38% tenía unos niveles adecuados. El resto presentaba niveles inferiores a 30ng/ml y un 32% presentaba niveles inferiores a 20ng/ml.

Esto sorprende al ser un grupo poblacional que vive cerca del ecuador y que, por lo tanto, puede recibir luz solar de forma habitual. El problema es que la sociedad actual tiende a esconderse del sol, evitamos la exposición y cada vez existen más trabajos en interiores. En este caso, al ser estudiantes, podemos suponer que pasan muchas horas encerrados estudiando, por lo que su exposición al sol es insuficiente.

Podemos observarlo también en países con una gran cantidad de luz solar, como la India o los Emiratos Árabes. Esto se explica precisamente por ser culturas que se protegen del sol con largas vestimentas y que evitan esa exposición. Además, son poblaciones que genéticamente presentan una piel más oscura, lo cual dificulta la producción de esta vitamina.

Esta deficiencia en nuestro país también es algo más habitual de lo que muchos podríamos pensar. Sobre todo, encontramos una gran prevalencia en ancianos, sobre todo los institucionalizados ya que es un grupo poblacional que, aunque tiene unos requerimientos más levados de esta vitamina, su exposición solar tiende a ser menor a la del adulto joven.

En otro estudio realizado en población anciana (Quesada, Jans, Benito, Jimenez, & Bouillon, 1989) indica que, ya en 1989, se observó este fenómeno en Córdoba (zona que también recibe muchas horas de luz solar durante el año). Se analizaron los niveles de 25(OH)D, entre jóvenes adultos y ancianos (media de edad de 77 años). El grupo anciano era el que menor cantidad presentaba, sobre todo en aquellos con patologías crónicas en residencias u hospitalizados.

Resumiendo, y centrándonos en España, tenemos estudios que indican que entorno a un 80% de los individuos mayores de 65 años posee niveles inferiores a 20ng/ml, y que entre la población menor a 65 años ese porcentaje llega al 40%. Esto es debido a los factores mencionados, sumado a un consumo escaso de alimentos ricos en esta vitamina (bajo consumo de pescado azul salvaje) y unido también a que gran parte del país está por encima del paralelo 35ºN, nivel desde el cual se considera que la posibilidad de sintetizar vitamina D en invierno y primavera es escasa (Varsavsky et al., 2017).

Finalmente, a todo esto, debemos sumar casos particulares donde existe deficiencia secundaria a patologías:

Tabla 3. Estados patológicos donde se favorece el déficit de vitamina D (Varsavsky et al., 2017).

Requerimientos de vitamina D y suplementación

Como ya he comentado en un apartado anterior, los requerimientos han sido variados y discutidos a lo largo del tiempo por muchas asociaciones e instituciones. Encontramos distintas recomendaciones por rangos de edad, siendo niños y ancianos los que más dependen de correctos niveles para el crecimiento y el mantenimiento del sistema óseo.

Los niveles diarios recomendados han rondado las 600 UI (15mcg), cantidad diaria recomendada (RDA) en países como EEUU o Canadá por la IOM (Institutes of Medicine). Podemos verlo en la siguiente tabla:

Tabla 4. Extraída de: https://ods.od.nih.gov/pdf/factsheets/VitaminD-DatosEnEspanol.pdf

No obstante, hay estudios en los que se sospecha que esta recomendación puede estar muy por debajo de las necesidades reales. En una investigación de 2014 (Veugelers & Ekwaru, 2014) se analizó las recomendaciones y su fundamentación observando un posible error estadístico en el cálculo de la RDA.

Concretamente vieron que el IOM (Instituto de Medicina) encargado de emitir recomendaciones dietéticas en EEUU y Canadá, analizó 10 estudios de suplementación llevados a cabo en meses de invierno y en lugares con latitudes superiores al paralelo 50 norte. Como varios de ellos examinaban más de una dosis de suplementación, en total se analizaron 32 promedios de estudio. Mediante métodos estadísticos, en los que no vamos a entrar, se determinó que la forma de alcanzar un nivel promedio de 25(OH)D de 50nmol/L era con un aporte diario de 600UI de vitamina D. En la siguiente gráfica sacada del mismo estudio, podemos ver la comparativa entre los resultados del IOM (líneas verdes) y los recalculados por el estudio (línea discontinua roja).

Gráfico 4. Relación entre el cantidad consumida de vitamina D y niveles séricos, recalculados respecto a los expuestos por la IOM (Veugelers & Ekwaru, 2014)

En otro estudio de Castle y colaboradores (Castle et al., 2020) se comparó a tres grupos de mujeres mayores (entre 50 y 70 años) a los que se administraron cantidades de 600UI, 2000UI y 4000UI diarias. Se les dividió al azar en doble ciego y el estudio duró todo un año. Los investigadores, tras analizar varios parámetros, observaron mejoras en la memoria y aprendizaje en el grupo de 2000UI, pero no en el de 4000UI.

Existen múltiples estudios con resultados controvertidos. No obstante la recomendación más seguida a nivel internacional es la de la IOM con una RDA diaria de 600 UI/día o 800 UI/día si se es mayor a 70 años.

Aportando mi granito de arena, pienso que la mejor recomendación es asegurar una exposición solar regular y analítica periódica si se sospecha de riesgo de niveles bajos. A niveles prácticos la RDA diaria no es un buen indicador para la población ya que no van a poder calcular cuanta vitamina D están sintetizando ni cuanta ingiriendo. Por eso, analizando los niveles de 25(OH)D podemos establecer qué nivel de déficit existe y poner tratamiento acorde a esos niveles.

En nuestro país se siguen recomendaciones similares a las descritas anteriormente ya que la SEEN (Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición) las acepta como válidas.  No obstante, en poblaciones mayores de 65 años se recomienda un aporte superior a los 600UI, llegando a las 1000UI diarias para mejorar la salud ósea y reducir el riesgo de fracturas. A los adultos de 50 a 65 años se recomienda 800UI (Varsavsky et al., 2017).

A la hora de suplementar, existen distintas presentaciones. Al ser una vitamina de vida media aproximada de 2 semanas, uno de los fármacos más prescritos es el Hidroferol en ampollas de 16000UI (266 mcg). Suele ser el tratamiento más prescrito, siendo una ampolla cada 15 días el más habitual para cubrir esa necesidad de 1000 UI/diarias.

Ampollas de hidroferol.

Esa cantidad que contiene es de calcifediol, una prohormona que se produce en el hígado por hidroxilación del colecalciferol (vitamina D3). Así pues, tenemos la vitamina D2, D3 y calcifediol como posibilidades para su suplementación. Vamos a esclarecer cual tiene una mayor evidencia y utilidad.

En un estudio de Lehmann y colaboradores (Lehmann et al., 2013) se compara la D2 con la D3. Se trata de un ensayo aleatorizado controlado en el que se suplementó con 2000 UI de vitamina D2 a un grupo, 2000 UI de D3 a otro grupo y, finalmente, un placebo al tercer grupo. Previo al inicio del estudio se analizaron los niveles en suero para que los tres grupos fuesen similares, llevándose a cabo en una población en una latitud elevada (Alemania) y durante el invierno, viendo que la media estaba por debajo de los niveles adecuados.

En los resultados observamos que los dos grupos que sí suplementaron mejoraron sus niveles séricos, al contrario que el placebo, que empeoró. Comparando los dos grupos suplementados, el mayor aumento se observa en el grupo de vitamina D3, además de una disminución más rápida en las semanas posteriores en el grupo de la D2.

Por lo tanto, podemos afirmar que la suplementación con Colecalciferol (D3) es superior, pero… ¿y en comparación al calcifediol que se prescribe por los médicos?

En un estudio muy reciente (Pérez-Castrillón et al., 2021) se nos resuelve el dilema. Se suplementó a dos grupos de mujeres posmenopáusicas con niveles inferiores a 20ng/ml, un grupo con 25000 UI mensuales de Vitamina D3 durante 12 meses y el otro grupo con 16000 UI mensuales de Calcifediol.

En los resultados podemos ver que, aunque el grupo de Calcifediol consumía la mitad de unidades internacionales, mejoró considerablemente en comparación al de vitamina D3. Concretamente el primer mes el grupo con Calcifediol ya lograron superar los 30ng/ml un 13.5% de las participantes en el estudio mientras que en el grupo de Vitamina D3 ninguna participante lo logró. En el cuarto mes, el 35% del grupo Calcifediol lo había logrado en comparación del 8.2% del otro grupo. Podemos observarlo en el siguiente gráfico:

Gráfico 5. Porcentajes de pacientes con valores superiores a los 30 ng/ml, suplementadas con vit D3 o calcifediol, a os 1 y 4 meses. (Pérez-Castrillón et al., 2021)

Por lo tanto, el Calcifediol parece ser el suplemento estrella para el tratamiento del déficit de Vitamina D, necesitando menores cantidades en comparación a la suplementación de Vitamina D3.

Como dato importante, el Calcifediol se prescribe normalmente bajo receta médica (probablemente por su mayor potencia ya que podría inducir a toxicidad bajo un uso inadecuado). La mayoría de suplementos comerciales sin receta aportan vitamina D3 (colecalciferol) y por eso sus recomendaciones de uso suelen ser superiores a la media de 1000 UI diarias, siendo las 2000 UI la recomendación más habitual.

Finalmente, para terminar este apartado con cierta polémica, la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, en la revisión de 2019 sobre el tratamiento de la hipovitaminosis D (Arenal et al., 2019) concluye cosas contradictorias al uso tan habitual del Calcifediol, y de las dosis elevadas y espaciadas en el tiempo. Resumiendo, algunas claves del tratamiento farmacológico que describe son:

  • Se deben evitar pautas de administración anual con dosis muy altas por su riesgo en la toxicidad y sobre todo en el aumento en el riesgo de caídas y fracturas observado.
  • Igual que recomienda la IOM, es mejor evitar formas hidroxiladas (como el Calcifediol) por su vida media más corta y con metabolitos activos, lo cual supone un mayor riesgo de hipercalcemia.
  • Dichas formas hidroxiladas pueden ser útiles para un tratamiento inicial de choque para lograr niveles adecuados en un menor tiempo pero deben evitarse en tratamientos de mantenimiento.
  • La monitorización del mantenimiento debe durar 3-4 meses con productos de colecalciferol prioritariamente al tener vida media de hasta 60 días y favorecer niveles plasmáticos más estables, predecibles y mantenidos en el tiempo.
  • Se considera el colecalciferol (vitamina D3) más seguro para su utilización como suplemento gracias a su mejor relación beneficio/riesgo.

Así que, para cerrar el apartado, podemos concluir que el Calcifediol favorece una acción más rápida a la hora de reestablecer los niveles pero resulta un compuesto más peligroso en su uso, y por lo tanto el colecalciferol es la sustancia de elección en tratamientos de mantenimiento y para la población general.

Suplementación vs exposición solar, ¿es lo mismo?

Desde este blog queremos hacer hincapié en la necesidad de realizarse analíticas periódicas y de suplementar en base a los resultados antes que presuponerlos, y añadir altas dosis sin conocimiento. También queremos reflejar la importancia de la exposición solar controlada, es un hecho que la exposición solar es superior a la suplementación debido a que dicha exposición no solo nos beneficia en la producción de vitamina D, también promueve múltiples reacciones que influyen en la regulación de ritmos circadianos, estado anímico, etc. Es por eso, por lo que siempre que sea posible, la mejor forma de “suplementar” será la de exponerse al sol para sintetizarla en nuestra piel.

Por ejemplo, en el estudio citado anteriormente donde se observó la insuficiencia de vitamina D en estudiantes de medicina canarios, la solución adecuada no sería suplementar sino simplemente mejorar hábitos y aumentar la exposición al sol. En cambio, en el estudio de ancianos institucionalizados, los que tengan problemas de movilidad o estén encamados, difícilmente podrán mejorar su exposición al sol, por lo que son unos buenos candidatos a la suplementación.

Tomar esa pastilla o ampolla de vitamina D nos lo pone muy cómodo y fácil, por eso es fácil que caigamos en esa conducta y nos despreocupemos. Pero podemos demostrar que no obtendremos los mismos beneficios ya que la exposición al sol no solo nos servirá para sintetizar vitamina D ni la suplementación con vitamina D se asemeja al 100% a los beneficios de la exposición solar.

Para entender la importancia de esto, podemos recurrir a este estudio de 2013 (Martínez-nicolás, Ortiz-tudela, Rol, & Madrid, 2013) en el que se observa la relación entre la exposición solar y los ritmos circadianos. Se analizaron a 88 voluntarios jóvenes (de 18 a 23 años) que fueron monitorizados ambulatoriamente durante una semana registrando temperatura, exposición solar y patrón de sueño.

Entre los hallazgos vemos que un patrón de exposición solar reducido y/o fragmentado influye en un sueño ineficaz y en una mayor fragmentación de este. También vemos que una exposición solar por la mañana, estable, duradera y con buena intensidad luminosa, produce una mejor estabilidad y avance de fase en los ritmos de sueño-vigilia y en la temperatura periférica. El simple hecho de exponerse al sol no solo puede mejorar los niveles de vitamina D sino también mejorar, entre otros, el descanso nocturno y la recuperación.

Este tema puede ser también controvertido ya que nos presenta un gran dilema. Se nos insiste mucho con que debemos evitar el sol y protegernos para evitar daños sobre la piel o, en el peor de los casos, la aparición de melanomas. Se no puede presentar el dilema del ratio beneficio/riesgo que existe ante dicha exposición solar.

En primer lugar, hay que ser sensatos y evitar las horas de mayor incidencia, en este caso la exposición solar a primeras horas de la mañana o últimas de la tarde sería la forma adecuada de hacerlo. La aparición de cáncer de piel se relaciona a las quemaduras de la misma, por lo que en esas horas del día la exposición será mucho más segura, pero a su vez suficiente para obtener los beneficios, tanto del sol matutino como del ocaso (también importante en la regulación de ritmos circadianos).

Muchos médicos recomiendan evitar la exposición solar al completo sin uso de cremas de protección solar o ropa que cubra la piel. No obstante, la U.S Preventive Services Task Force (organismo de EEUU centrado en la prevención de enfermedades), en un documento de 2018 centrado en la declaración de recomendaciones (US Preventive Services Task Force, 2018) actualizó sus recomendaciones y ahora recomienda que los médicos sean selectivos a la hora de dar dichas recomendaciones y que esto no sea una recomendación generalizada.

Lo principal será el sentido común. Priorizar la exposición solar a la suplementación siempre que sea posible y suficiente, pero también vigilar dicha exposición solar para evitar un daño mayor sobre la piel.

Contenido de vitamina D en alimentos

Como he comentado antes, pocos alimentos contienen esta vitamina y en cantidades suficientes. Los ácidos grasos de pescados azules son la fuente alimentaria más rica (salmón, atún, sardina, caballa…), seguido de los huevos, mantequilla, hígado y otras vísceras.

Pero no solo importa el tipo de alimento sino la calidad, no contendrá la misma cantidad de vitamina D (igual que de omega 3) un salmón de piscifactoría que uno salvaje. Esto dificulta aún más el aporte que se extrae de los alimentos y por lo tanto podemos afirmar que la fuente principal ha de ser la exposición solar, si esta se imposibilita, habrá que recurrir a la suplementación o al consumo de alimentos fortificados.

Además, como vimos en artículos anteriores, no parece ser buena idea recurrir a alimentos como huevos o mantequilla con mucha frecuencia para cubrir estas necesidades ya que, ante población con un fuerte nivel oxidativo, los niveles de colesterol LDL (sobre todo oxidado) se verán aumentados.

Recurrir a alimentos fortificados con vitamina D (entre otras vitaminas y minerales) es algo muy frecuente en países con pocas horas de luz solar, como pueden ser los países nórdicos. En otros países como EEUU, el aporte de vitamina D mediante alimentos fortificados supone un 30-40% del total. En cambio, en España es una práctica poco habitual (excepto en algunos tipos de lecho concretos) debido al mito de que tenemos suficiente sol durante el año y que con eso es probablemente suficiente. Podemos suponer que por eso España tiene una incidencia de vitamina D insuficiente en comparación a EEUU, que sí fortifica varios productos alimenticios.

No obstante, esto también tiene un inconveniente muy claro, se fortifica principalmente la leche, por lo que depende de si se consume dicha leche y de la cantidad diaria, el aporte será nulo, escaso, normal, excesivo… No supone una prescripción médica, y aporta aleatoriamente dosis de vitamina D a la población que consume dichas leches. Por ejemplo, en este estudio en Canadá (Vatanparast, Calvo, Green, & Whiting, 2010), se estudió la ingesta de alimentos en la Encuesta de Salud Comunitaria Canadiense, en un total de 34780 personas. La ingesta dietética media de vitamina D procedente de alimentos fue de 5.8 mcg/día (232 UI/día). Se observó que los productos lácteos aportaron el 49% de la vitamina D dietética. En la siguiente tabla podemos ver tanto en niños de 1 a 8 años como en mayores de 9, como se reparte el aporte de vitamina D proveniente de alimentos.

Gráfico 6. Cantidades de vitamina D consumida a través de los aliemtos, en niños canadienses de 1 a 8 años (arriba) y mayores de 9 años (abajo) (Vatanparast et al., 2010).

Estos resultados en un país como Canadá resultan insuficientes ya que, al ser de una latitud elevada y con una exposición solar muy reducida, la fortificación de lácteos y distintos alimentos es algo habitual. No obstante, como podemos ver en este estudio, el consumo a través de la fortificación resulta insuficiente. De hecho, los autores concluyen como una necesidad, que la fortificación sea con mayores dosis de vitamina D en los lácteos así como en otros alimentos, además de promover un mayor consumo de pescado azul. También afirman, como ya he comentado anteriormente, que aumentar el consumo de huevo, margarina fortificada y carnes grasas no sería la mejor opción debido a las actuales recomendaciones dietéticas para el manejo del colesterol.

Biodisponibilidad

Para terminar este primer artículo sobre la vitamina D, no debemos olvidarnos que en el consumo de alimentos ricos en esta vitamina o el consumo de suplementos orales, la biodisponibilidad será también un factor importante en la obtención de niveles en suero adecuados.

Su absorción intestinal se verá condicionada a los alimentos con los que la vamos a ingerir. Para analizarlo y sacar unas conclusiones claras, nos vamos a centrar en dos revisiones sistemáticas.

En la primera revisión de 2015 (Borel, Caillaud, & Cano, 2015) sacamos las siguientes conclusiones:

  • Tanto ergocaliferol (D2) como colecalciferol (D3) aparentemente se absorben con una eficacia similar, en cambio el colecalciferol se absorbe mejor. Esto parece explicar la superioridad de este a la hora de lograr niveles adecuados de 25(OH)D con menor dosis.
  • La cantidad de grasa con la que se ingieren no parecen modificar/aumentar significativamente la biodisponibilidad.
  • Los poliésteres de sacarosa (Olestra) y la tetrahidrolipstatina (Orlistat) disminuyen su absorción. Estos medicamentes son inhibidores de lipasas utilizados en tratamientos contra la obesidad, por lo tanto, en pacientes con esta medicación deberíamos controlar sus niveles de vitaminas liposolubles.
  • Aparentemente a mayor edad no hay una peor absorción de la vitamina.
  • Hay sospechas sobre la influencia de la fibra dietética y el tipo, pero no existen suficientes estudios bien planteados.

En la segunda revisión de 2018 (Silva & Furlanetto, 2018) se analizaron 2069 artículos de los que 46 cumplieron los criterios de inclusión. Las conclusiones son similares a las anteriores con la diferencia de que en este caso sí se observa una mejor absorción cuando se consumió con comidas que contenían grasas, aunque también afirman que existe igualmente absorción sin necesidad de vehículos grasos o aceitosos.

Además, encuentran relación entre los patrones de absorción de vitamina D con los de colesterol. Concluyen que se absorbe a través de difusión pasiva y un mecanismo que involucra los transportadores de membrana, especialmente los transportadores de colesterol y por eso pueden mantener esa estrecha relación.

Puntos clave

👉 Su función principal y más conocida es a nivel óseo, aunque parece influir en la mayoría de órganos

👉 Existe una deficiencia generalizada de esta vitamina, incluso en países en latitudes adecuadas para recibir suficiente exposición solar, debido al estilo de vida y costumbres de sus habitantes.

👉 La prevalencia de déficit es mayor en adultos mayores, siendo estos además un grupo poblacional con unas necesidades aumentadas.

👉 Los niveles saludables se consideran cuando la 25(OH)D en suero es superior a 30ng/ml, aunque existe cierta controversia en si la población sana tendría suficiente con niveles superiores a 20ng/ml.

👉 Los principales organismos de salud determinan que la RDA diaria de esta vitamina es de 600-800ui/día, aunque se sigue cuestionando a día de hoy.

👉 La mejor presentación si tenemos que suplementar, es el colecalciferol (D3).

👉 La exposición solar es la mejor forma para cumplir los requerimientos diarios de vitamina D. Si no hay circunstancias clínicas que nos lo impidan.

👉 El consumo a través de alimentos fortificados no parece ser la mejor opción, por las bajas cantidades incluidas y el difícil manejo de las cantidades por la población general.

BIBLIOGRAFÍA

📄 Arenal, J. M. C., Cortés, M. G. B., Fustero, J. Z., & Cortés, V. B. (2019). Actualización en el tratamiento con colecalciferol en la hipovitaminosis D desde atención primaria. Medicina general y de familia, 8(2), 68-78.

📄 Borel, P., Caillaud, D., & Cano, N. J. (2015). Vitamin D bioavailability: state of the art. Critical Reviews in Food Science and Nutrition, 55(9), 1193-1205. https://doi.org/10.1080/10408398.2012.688897

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